El desastre no es natural
- Astrid Raquel
- 14 ago 2024
- 3 Min. de lectura
En estos días ciclónicos, se evidencia que tenemos un trauma colectivo sin sanar que, en gran medida, continúa porque nos sabemos vulnerables de repetir lo pasado. Aprovecho los recuerdos para reflexionar.
Los fenómenos naturales, atmosféricos o geológicos, cambiaron ante mis ojos a raíz de conocer en la universidad los escritos de Edward Said. Simplificando, éste plantea que no existen “desastres naturales” sino sociales. Dos terremotos de la misma magnitud y características geológicas en Medio Oriente y en California, resultan con una cantidad de muertes o daños muy distinta (cientos de miles a menos de 10) porque la planificación social así lo provoca. Lo decisivo es cómo nos organizamos, repartimos los recursos y establecemos reglas (de construcción, por ejemplo) de forma colectiva. Lo mismo podemos identificar con los huracanes. Claro, que hoy, sabemos que el cambio climático también provoca situaciones de riesgo y que es a causa de la acción humana, así que mas aún confirmamos que el desastre es social y político.
Mi primera gran imagen posterior a María, aparte de que mi barrio de Bubao estaba lleno de arena como una playa, fue ver grupos de gente bajando de cada barrio hacia el pueblo (es un valle) con machetes y palos, abriendo caminos a su paso. Me asombró la noción de que tanta gente tuviera machete. ¡Para bien, claro! Y ese momento se quedó grabado en mí como metáfora de nuestro pueblo. Abrir caminos machete en mano. Al andar. Al sembrar y al cosechar. Quien siembra es quien tiene cómo abrir camino. Luego del primer paseo de avistamiento para enterarme del efecto de María, el pueblo, machetes en manos me llenó de esperanza y ganas de hacer todo lo que pudiera.
Unos días después, cuando comenzaron a abrir servicios, vi en el correo a dos personas ancianas emocionados de saberse vivos y fundirse en un abrazo. Una le dice a la otra: ahora es que sabremos quién es quién. Mi pueblo tiene machetes en las manos cuando hace falta y en la boca también. Esas expresiones lapidarias, tan cargadas de sabiduría, son producto de la observación calmada y analítica que se practica en el campo. Ese abrazo y la oración compartida se me grabó para siempre. Y quise, más aún, hacer más y más. Por ello, me uní a un grupo de gente en la fundación de un centro de apoyo mutuo y nos pusimos manos a la obra por la recuperación y preparación de nuestra gente. Logramos repartir muchos suministros, organizar ferias de salud en áreas remotas, poner placas solares en varios espacios colectivos en barrios rurales, coordinar reparaciones de techos, organizar comedores sociales y apoyar algunos organizados por otros, costear tratamientos, palear lodo para despejar caminos y mucho más. Una de las actividades que más me regocijaba era coordinar talleres educativos de temas relacionados a la preparación para emergencias. Sabiendo que el estado nos abandonaban a nuestra suerte, era necesario prepararnos por nuestra cuenta. Ofrecimos talleres de recogido de lluvia, de purificación de agua, de instalación de placas solares, de siembra, de arte para manejar las emociones, de remedios caseros, de conservación de alimentos, entre otros. Aunque esos compañeros y yo estemos donde estemos, siempre viviré agradecida de que en ese periodo fueron parte de ese proceso, el cual me dio propósito en algunos de los peores días para nuestro pueblo. Con ellos me compré mi primer machete y creé mas consciencia de mi origen campesino y de cómo eso es una fortaleza en horas de necesidad.
Los planteamientos de Said me marcaron el pensamiento desde temprano en mi vida, pero mi receptividad a ellos se debe a mi origen, a que provengo de la gente que abre caminos cuando toca y que sabe que en los momentos duros se determina quien es quién. Esto lo descubrí cuando la vida me dio la oportunidad de que esos pensamientos se tradujeran en actos concretos en favor de la gente. Ese fino balance entre pensamiento, palabra y trayectoria de vida es necesario tomarlo en cuenta para transformar nuestra realidad y que los fenómenos naturales dejen de ser desastres sociales.

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